

Cuando ponemos demasiada atención a la estética de las fachadas de nuestros proyectos, tendemos a ignorar la tecnología que tenemos a nuestro alcance y que nos permite tener también en cuenta el ahorro energético, el confort y la higiene en los edificios. No olvidemos que el principal fin de los edificios es que sean habitables, asegurando el confort y salud a sus ocupantes.
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La mayoría de las veces el diseño de fachadas de edificios se centra únicamente en el aspecto exterior y en querer robar todas las miradas. Si bien recordamos, el famoso arquitecto romano Vitruvio definía que los edificios debían tener tres cualidades: firmitas, utilizas y venustas (solidez, utilidad y belleza). Por tanto, no podemos diseñar nuestros proyectos simplemente teniendo en el centro únicamente el aspecto visual y dependiendo las otras dos cualidades de éste. Debemos proyectar edificios de forma holística para que éstos sean duraderos, habitables y, por supuesto bellos.
A estas tres características hay que incorporarle además una cuarta: la sostenibilidad. Cada vez son más los clientes que demandan edificios respetuosos con el medioambiente en todo su ciclo de vida, «de la cuna a la cuna». El caso específico de las fachadas cobra especial relevancia al abarcar éstas la mayor superficie de la envolvente del edificio.
Las fachadas deben ser funcionales en tres niveles:
La fachada debe actuar de barrera frente a los agentes externos que supongan una merma de las propiedades físicas de los materiales y de confort del edificio, como:
Los componentes que conforman los sistemas de fachada deben ser en si mismos:
La fachada también es una barrera a nivel interior del edificio que preserva las condiciones interiores óptimas:
Si diseñamos fachadas sin tener en cuenta estos tres factores, sería difícil habitar los espacios interiores o bien, a costa de usar sistemas de climatización bastante importantes. De hecho podemos tener casos en los que la inclusión de un solo material puede ser capaz de mejorar enormemente el comportamiento energético y el confort del edificio. Por ejemplo, el tener espaciadores «de borde caliente» o «warm edge» en fachadas de muros cortina y grandes huecos.
La fachada, como parte de la envolvente del edificio, actúa como «piel» protectora y separadora. Aunque no nos demos cuenta, nuestra propia piel se adapta a las condiciones externas al cuerpo según pasa el día y las estaciones. Se trata por tanto, de una capa «viva» y tremendamente adaptativa. Desde hace unos años, se viene dando una corriente arquitectónica que trata las fachadas como «inteligentes», la capa se adapta a las condiciones tanto internas como externas del edificio.
Para diseñar fachadas «smart» es necesario un análisis previo de las condiciones y las variables exteriores medioambientales. Las fachadas inteligentes se adaptan al ambiente exterior para sacarle su máximo provecho y son capaces de transformar su apariencia en base a esa capacidad de adaptación según pasa el tiempo. Las fachadas inteligentes pueden estar compuestas tanto por sistemas pasivos como activos.
Las envolventes dinámicas sirven principalmente para regular la entrada de radiación solar en función del día y la hora. También podrían estar orientadas a crear chimeneas de ventilación entre ambas pieles externas de forma que se saque provecho de la ventilación natural gratuita o para evitar sobrecalentamientos.
Otro uso importante también es la creación de fachadas con instalaciones de producción de energía renovable integrada, cuyos paneles giran y cambian de orientación según el movimiento del sol.
Normalmente definimos como sistemas constructivos de doble fachada a aquellos que están compuestos de una doble piel de cerramiento acristalado. Aunque también podemos encontrar ejemplos cuya piel acristalada exterior se ha sustituido por paneles solares transparentes o coloreados.
Los principios del diseño de la arquitectura biomimética tienen como punto de partida la observación de los procesos naturales y la biología como base para el diseño de edificios. Estamos hablando por tanto de un doble proceso: la observación de la naturaleza y la posterior aplicación a los sistemas constructivos y la envolvente.