

El pasado 5 de marzo celebrábamos el Día Mundial de la Eficiencia Energética con la alegría de que cada año que pasa contamos con más edificios eficientes. Por si todavía no estás puesto en este tema, no te preocupes, ¡Todavía estás a tiempo! Sigue leyendo y comienza a estar al día de uno de los pilares sobre los que toda arquitectura debe sustentarse actualmente.
Índice
La Directiva sobre la Eficiencia Energética en Edificios (EPBD, 2018/844) define el concepto como «la cantidad de energía calculada o medida que se necesita para satisfacer la demanda de energía asociada a un uso normal del edificio, que incluirá, entre otras cosas, la energía consumida en la calefacción, la refrigeración, la ventilación, el calentamiento del agua y la iluminación». Digamos que el término es una cuantificación de las demandas energéticas y los consumos en los edificios.
La eficiencia energética se basa en una optimización del balance de producción-consumo y ahorro energéticos. Su valor potencial consiste en:
Si la Eficiencia Energética está cada vez más presente en los proyectos arquitectónicos es porque el paso del tiempo está demostrando la necesidad de un cambio en cómo entendemos la arquitectura y los edificios. Ésta es una industria que reclama silenciosamente una revolución definitiva hacia el desarrollo tecnológico y adaptación a las demandas de la sociedad actual.
¿Cómo se diferencia un edificio eficiente de uno que no lo es? ¿Hay algún aspecto que me ayude a distinguirlos a simple vista? ¿Debo cambiar mi «estilo arquitectónico»?
Aunque no existe ninguna base estilística definida como las volutas griegas o las corrientes vanguardistas del s. XX, sí que podemos darte indicios para que distingas la arquitectura eficiente de la que no lo es. El más evidente es el espesor de los muros y las carpinterías.
Los edificios que ahorran en energía se caracterizan por tener espesores de muros más grandes debido al aumento de la capa de aislamiento térmico. Lo mismo sucede con las carpinterías: los perfiles son mayores e incluso los acristalamientos pueden ser de triple vidrio.
Otra prueba evidente es que quizás enloquezcas intentando encontrar, sin éxito, radiadores y aparatos de aire acondicionado. Esto se debe a que estos edificios son de bajo consumo energético y algunos incluso no necesitan ni instalación de calefacción.
La tercera evidencia de que estás en un edificio «que ahorra» es que tengas sensación de bienestar cuando estás en su interior. Esto se debe a que, al estar muy bien aislados, el aire a temperatura interior recircula, el calor no se escapa por los cerramientos hacia el exterior y no oyes ruidos de fuera.
Por último, la forma más inmediata para comprobar la eficiencia energética son los ahorros en las facturas de consumos energéticos (bien sea gas natural, gasóleo, etc.), de electricidad y de agua. Las facturas pueden ser hasta un 90% más reducidas que en edificios convencionales.
No se trata por tanto de modificar tu gesto arquitectónico, sino de incorporar nuevas lógicas constructivas, teniendo en cuenta que los edificios, además de interesantes como propuesta compositiva-arquitectónica, deben ser funcionalmente ahorrativos en consumos energéticos.
El objetivo principal de la eficiencia energética es reducir al máximo la huella de Carbono y los impactos ambientales de la actividad humana en los edificios. Para conseguirlo, debes incorporar a tus proyectos estas cuatro premisas básicas:
¡Estupendo! Ya tienes las pautas básicas para implantar la eficiencia energética en tus edificios. Pero, ¿cómo se mide? ¿Cómo evaluar los ahorros energéticos? Existen herramientas de cálculo oficiales (y gratuitas) que te facilitarán la tarea. La más utilizada en edificios es la Herramienta Unificada Lider-Calener (HULC). Además, con la reciente publicación de la nueva versión del Código Técnico de la Edificación (CTE), los programas de cálculo energético oficiales también han sido adaptados a las nuevas exigencias del nuevo CTE.
Además de la herramienta HULC dispones de toda una variedad de aplicaciones para la calificación energética de edificios. Tras el cálculo de las demandas energéticas, estos programas te generan la calificación energética del edificio-proyecto, que a su vez es la base del Certificado de Eficiencia Energética. El Certificado es el documento que debes registrar en la base de datos de la comunidad autónoma donde está ubicado el edificio e incluye la cuantificación del comportamiento energético de éste.
Con todo esto que te hemos contado tienes las herramientas básicas para comenzar a «cambiar el chip» y darte cuenta de que los edificios deben reorientar sus objetivos de diseño hacia el consumo energético casi nulo. Si quieres ampliar información sobre este apasionante tema, te recomendamos visitar las entradas del blog del Reto KÖMMERLING sobre el diseño solar pasivo y aislamiento térmico. Supera las barreras y ¡atrévete a diseñar mejores edificios!