

Normalmente los arquitectos prestamos mucha atención y esfuerzo a los espacios, a la composición mediante la luz y a las distribuciones bien proporcionadas de los interiores de nuestros proyectos. En otras palabras, tenemos una querencia «religiosa» a lo visual. Sin embargo, existen otros tres sentidos más (el gusto aquí no entraría) que no deberíamos dejar de lado.
El confort entra en el juego de la arquitectura englobando cuatro de nuestros sentidos: la vista, el tacto, el oído y el olfato. Este es un concepto muy ligado al bienestar pero, también tiene que ver con la experiencia arquitectónica que cada uno tenemos (confort psicológico). Por ejemplo ¿Qué pasa si entramos a un edificio donde se desprende un olor que identificamos como desagradable? No importa si los interiores tienen calidad visual y proporciones excelentes. No lo valoraremos igual.
El confort se puede definir como «una sensación agradable que percibe el ser humano y que produce bienestar». Este concepto tan subjetivo está parametrizado científicamente clasificándose en diferentes tipos de confort, tantos como sentidos tenemos:
Gran parte de la investigación y determinación empírica del confort ambiental fue llevada a cabo por el científico danés Povl Ole Fanger a principios del s. XX, cuyo trabajo fue ampliamente valorado y posteriormente incorporado a la normativa internacional ISO 7730.
Gracias al trabajo de Fanger, podemos medir el confort según los valores de los siguientes parámetros:
El confort o su ausencia es capaz de influir en el estado de ánimo más de lo que pensamos. El disconfort puede causar fatiga, accidentes, posiciones forzadas y falta de sueño. El confort en la arquitectura proporciona proactividad, seguridad, comodidad y descanso a sus habitantes.
Como arquitectos, no debemos olvidar que:
Existen por supuesto diferentes maneras de proporcionar confort a nuestros edificios. Una de ellas consistiría en «poner parches» al edificio existente para así poder tener un mínimo de confort en el interior. Normalmente la solución para estos casos suele ser la opción de implantar sistemas de climatización más potentes y añadir pantallas y membranas acústicas, por ejemplo. Caso que no evita, sin embargo, que siga existiendo el disconfort por asimetría de la temperatura radiante en las zonas próximas a cerramientos y los malos olores.
Sin embargo y afortunadamente, la arquitectura pasiva, eficiente y baja en carbono se caracteriza por tener en cuenta desde el principio el confort ambiental. Aquí te damos algunas estrategias para que integres conceptos de confort en tus proyectos: