

La crisis actual a nivel mundial debido a la COVID-19 ha demostrado que el modelo de ciudad compacta y el urbanismo puesto en práctica ahora presenta deficiencias en sus fines sociales, de salud y de servicios en general. Pero esta situación también la podemos interpretar como una oportunidad de generar espacios urbanos seguros, resilientes y saludables en las ciudades compactas. Solamente hace falta que todos como sociedad adquiramos una serie de compromisos, antes de que la amnesia colectiva nos invada y volvamos a hacer las cosas «como siempre».
Pestes, epidemias y pandemias siempre han acompañado la historia de la humanidad. Normalmente generadas por falta de salubridad en zonas de alta concentración de población, estas enfermedades extensivas provocan pérdida de población en masa.
Desde que las primeras ciudades fueron creadas, diferentes amenazas han ido sucediéndose en las ciudades según los siglos han ido pasando. Y con ellas, la urbanidad ha ido ingeniando soluciones como los acueductos romanos para abastecer agua potable, galerías o redes de aguas residuales para separarlas del agua limpia, cementerios alejados del centro, espacios verdes públicos para expansión de la población, etc. La inmensa mayoría de las decisiones de diseño urbano que hemos ido heredando con los siglos están muy unidas por lo tanto al campo de la salud y bienestar de los ciudadanos.
Un ejemplo más reciente: los bulevares típicos de los distritos de ensanche del siglo XIX fueron diseñados para crear corredores de ventilación natural para la ciudad, donde la población podía disfrutar además de largos paseos. Así se favorecía el bienestar psicológico de la población y se luchaba contra la expansión de enfermedades como el cólera y la viruela. Los bulevares actuaban como «cortafuegos» frente a las pandemias.
También el estilo internacional hizo su aportación al urbanismo como herramienta fundamental de tener ciudades (y ciudadanos) saludables, por ejemplo, en el libro «Principios de Urbanismo», de Le Corbusier. En los congresos de los CIAM también concluían que «el sol, la vegetación y el espacio son las tres materias primas del urbanismo».
En el caso de la COVID-19, las grandes ciudades son de nuevo las grandes damnificadas. De hecho, el origen de la pandemia sucedió en Wuhan, un centro importante de producción de Hierro en China con una red de transporte y tecnología muy potente. La infección, como sabemos, se extendió rápidamente a nivel global gracias al continuo contacto y el transporte masivo de personas, afectando todavía hoy a millones de habitantes. Pero es por seguro que la pandemia va a proporcionar el cambio que quizá estemos esperando en las grandes ciudades, sobre todo en lo que toca a recuperar ciudades de proximidad, donde se ponga especial valor en el bienestar de la población local.
La pandemia originada por el Coronavirus ha provocado que:
Derivado de estas nuevas situaciones, desde del punto de vista del planeamiento urbanístico, los estragos causados por estas grandes enfermedades generan nuevas necesidades urbanas:
Puede que hayamos sufrido una pandemia, lo cual ha hecho modificar nuestras costumbres o incluso paralizar algunas de ellas. Pero eso no ha evitado que los urbanistas se pusieran manos a la obra y replantearan la ciudad tal y como la necesitamos. La inmensa mayoría de las conclusiones y propuestas acordadas tienen mucho que ver con la hoja de ruta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 y con los debates en el entorno de los foros de las Ciudades de la ONU.
El reto en el caso del Coronavirus en las ciudades se entiende que es evitar a toda costa la concentración de personas y garantizar la salubridad y limpieza de los espacios y elementos urbanos. Está claro que los contactos constantes y diferentes facilitan la transmisión de la pandemia. Organizaciones como la OMS proponen contar con un mínimo de superficie de espacio verde por habitante en la menor distancia posible de su hogar. Las propuestas tienen que ver por tanto con la descongestión de las ciudades compactas y la priorización del peatón y la bicicleta frente al automóvil.
Las soluciones no son homogéneas a nivel mundial, teniendo que realizar intervenciones diferentes a nivel local según la gran capital que se esté tratando. En París, por ejemplo, se está llevando a cabo la estrategia de «La Ville Du Quart d’Heure» (La ciudad del cuarto de hora). El urbanismo táctico también es un recurso excelente, sin tener que llegar a crear ciudades informales.
En general se están planteando dos tipos de intervenciones urbanas principales:
En todo caso debemos evitar a toda costa las utopías y centrarnos en acometer intervenciones realistas y económicas, cuyo centro sea el ciudadano de a pie y no el turista internacional ni el consumo.