

A pocos días de que se celebre el VI Congreso de Ciudades Inteligentes en Madrid, nos preguntamos si los centros históricos de nuestras ciudades y pueblos están siendo capaces de evolucionar en materia de sostenibilidad. No solo la estructura urbana sino también la social, la económica y la ambiental de los centros históricos es compleja y diversa. Aquí te explicamos cómo se afronta el reto de la sostenibilidad en los núcleos históricos de nuestras ciudades.
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Las ciudades crecen cada vez más. Según la ONU, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades en 2050. Está claro que hay que apostar por crear nuevas urbanidades resilientes, económicamente organizadas y socialmente inclusivas. La ONU ha declarado que “la batalla por la sostenibilidad se ganará o se perderá en la forma en que diseñamos nuestras ciudades”. Pero ¿Qué sucede entonces con la estructura urbana preexistente? ¿Cómo se viven los centros históricos en el siglo XXI?
Los cascos antiguos tienen un triple reto actualmente:
Los centros ó cascos antiguos están últimamente muy ligados al patrimonio artístico-cultural y a la explotación turística y de ocio. ¿Quién no habrá paseado últimamente por calles sinuosas y estrechas, visitado algún museo romano, se habrá topado con turistas cámara en mano, habrá comido en una tasca de 100 años o haya ido “de ronda” por los bares nocturnos de moda? Sí, todo eso es lo que está sucediendo ahora en los mismos centros históricos. Además, la situación queda favorecida por la dificultad de acceso al tráfico rodado, ya que las calles son, a veces, demasiado estrechas para ir con el coche.
Lo cierto es que, si miras un poco más arriba del nivel de calle, en las plantas superiores de los edificios, también suceden cosas. Los centros históricos son normalmente habitación de un tercio de la población, con su variedad cultural y sus diferencias de edad. Digamos que, socialmente, hay una mezcla de personas residentes mayores de 65 años que llevan viviendo en el barrio “toda la vida”, personas inmigrantes con ingresos bajos que solo pueden acceder a las llamadas “infraviviendas” del centro y una minoría de jóvenes con estudios que prefieren ir andando a todos los sitios.
Como habrás notado, la inmensa mayoría de los cascos antiguos están ahora mismo más orientados al visitante esporádico que al residente, quien tiene que soportar muchas veces ruidos, suciedad y malos olores en las calles. ¿Es este un modelo de centro histórico de acuerdo con los planteamientos de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible? Lo cierto es que no.
El término Smart City está teniendo ya cierta popularidad entre nosotros. El hecho de que un municipio apueste por adaptar su infraestructura urbana a los avances tecnológicos y a la sociedad actual es muy atractivo en todos los aspectos. Estos nuevos retos de regeneración urbana también pueden y deben ser aplicados a los centros históricos. ¡Por supuesto!
Algunas municipalidades están consiguiendo tener centros más “Smart” fomentando:
Sorprendentemente, muchas «ciudades medias» españolas están dando una buena lección en sostenibilidad a las grandes urbes como Madrid y Barcelona en este aspecto.
La remodelación urbana de la capital gallega es un modelo en cuanto a accesibilidad universal y medio ambiente. Desde 1999 se llevan haciendo reformas en el centro para conseguir una ciudad mejor para los habitantes.
Galardonada en 2019 con el premio «Global Green City» (Ciudad Verde Global) de la ONU, Vitoria-Gasteiz presume de llevar tiempo apostando por un centro histórico más sostenible.
Cáceres está llevando a cabo ya desde hace unos años su proyecto «Cáceres Patrimonio Inteligente», con el que están haciendo una adaptación digital y labor de recopilación de Big Data en sus monumentos emblemáticos.