

Este edificio de la Universidad Autónoma de Barcelona está revestido con una piel bioclimática controlada por ordenador. Se trata del centro de investigación de ciencia ambientales y paleontología, que alberga, clases, despachos, laboratorios y salas de trabajos, culminadas por una azotea con huertos y zonas de descanso.
Todo el edificio se encuentra monitorizado y controlado por ordenador para optimizar el confort y el consumo energético.
La estructura es de hormigón y el cerramiento cuenta con una doble piel que responde a las órdenes de un ordenador para abrirse y cerrarse en función de las necesidades térmicas del espacio interior, jugando con las ganancias solares y la ventilación natural.
El proyecto, de H arquitectes y dataAE, se configura como un generador de ‘microclimas’ en el que se inserta el verdadero edificio. Es una idea inteligente, sin pretenciones y al grano: las actividades que se van a realizar en el interior se categorizan y caracterizan para definir unas condiciones de confort suficientes y óptimas cada grupo. Esto permite no desperdiciar recursos energéticos en suministrar a enormes volúmenes de aire con necesidades menos exigentes que las de los espacios útiles.
La envolvente exterior, que parte de un invernadero cuadrado de 40 m de lado, crea un ambiente en el interior en el que se puede estar sin tener que alcanzar las temperaturas de confort para permanecer durante horas. En un segundo nivel, se encuentran las oficinas, que combinan la ventilación natural y otros sistemas semi-pasivos de radiación para mantener unas condiciones confortables. Por último, las aulas y laboratorios tienen una configuración más tradicional, siendo más estancos y controlados.
Todo el conjunto proclama haber sido low cost y muy enfocado hacia el ahorro energético y el máximo confort, dando una respuesta ambiciosa en términos de sostenibilidad en línea con las actividades que se desarrollan dentro del centro.
Respecto a la distribución, cuatro atrios cruzan el edificio de arriba a abajo para garantizar la llegada de luz natural y renovación de aire a todos los niveles. Dentro de este vasto espacio se encuentran los módulos de madera aislados en cuyo interior las condiciones de confort están más controladas. La distribución de las cajas es diferente en cada planta y responde a las necesidades funcionales.
Masas de vegetación se distribuyen por el interior del caparazón, creando espacios estanciales de lo más agradables en ese limbo interior-exterior.
La planta superior es singular, estando iluminada desde arriba por la cubierta traslúcida del invernadero y plantada de huertos que se intercalan con zonas de descanso.
Fuente: designboom | Harquitectes