

A través del estudio del color hemos llegado a un dominio tan intenso de sus características que hoy por hoy podemos saber científicamente qué tipo de influencia puede tener en la percepción de un espacio, haciendo que un mismo lugar se sienta cálido, frío, acogedor, amplio, angosto… tan sólo variando la tonalidad de sus elementos.
Por tanto, es importante repensar el color en la arquitectura para proyectar con él incorporándolo desde el principio a nuestro diseño y permitir que sea un apoyo mucho más allá de la mera opción estética. Se trata de convertirlo en una herramienta para obtener mejores resultados tanto funcionales como ambientales.
Hace ya mucho tiempo que por motivos intuitivos se ha hecho uso del color para beneficiarnos de sus propiedades. Por ejemplo, en cuestiones de eficiencia energética se ha utilizado para reforzar distintas estrategias: en Andalucía pintan las casas de blanco para evitar ganancias excesivas de calor mientras que en la zona norte de España los muros y tejados de las casas son de colores oscuros porque absorben más calor.
Pero el color no actúa de manera independiente; hay una serie de factores arquitectónicos que deben estar ligados para conseguir dar una respuesta única y potente: éstos son la luz, los materiales, las dimensiones del lugar y el uso al que esté dedicado ese espacio.
Si analizamos lo más conveniente a priori, sería :
Para ambientes industriales un color recomendable es el verde combinado con el azul. Esto presta un ambiente relajado, sin fuerte reflactancia de forma que no moleste a los trabajadores y permita serenidad y descanso. Como pega tiene que en caso de ser un espacio con iluminación artificial resulta un poco frío.
En exteriores es inconveniente utilizar colores puros porque se pueden llegar a hacer insoportables; el azul intenso es deprimente, el rojo lleva a la excitación, y el amarillo tensa y agobia. Los colores deben relacionarse con la ubicación del edificio, la región en la que se encuentre, la forma y el entorno. Es un error tratar de impresionar o provocar una reacción psicológica muy fuerte en el espectador puesto que el clima creado se verá demasiado marcado por un motivo formal o visual, en lugar de reforzar aspectos más relevantes.
En el hogar, toma una fuerte dimensión al aliarse con la luz o en algún caso al protegerse de ella. Los colores son capaces de ampliar o empequeñecer visualmente un espacio, refrescar lo angosto y dar variedad o lo repetitivo. Estancias como un dormitorio debe ir acompañada de colores suaves, con poco contraste para acercar la tranquilidad al habitante. En contraposición, un salón se apoyará en colores vivos, más fuertes y con ciertos contrastes que potencien las relaciones personales y el ritmo de vida de este espacio.
Estos son algunos de los consejos generales que podemos ofreceros, pero lo más importante es ser conscientes del potencial que puede llegar a tener el color, que abarca desde aspectos psicológicos a sensitivos, y puede dotar a la arquitectura de un áurea y de una fuerza que durante un periodo bastante largo de la historia hemos tenido abandonado. Es el momento de recuperarlo y disfrutar de sus ventajas.