

Su deseo de vivir con la lava lo realizó en su propia casa en el “Taro de Tahiche” en 1968, aprovechando el espacio natural entre cinco burbujas volcánicas de gran tamaño, consiguiendo un espacio habitable sorprendente en planta baja; en la planta superior se inspira en la arquitectura tradicional de la isla. Una belleza única y un ejemplo de integración de una vivienda en la naturaleza, constituyendo un oasis en medio de un río de lava azul-negra petrificada.
Sus creaciones integradas destacan por su sencillez, belleza, sus contrastes de luz y colores.
Su relación con el entorno no fue solamente algo estético y formal, sino un ejemplo de compromiso y defensa del medio ambiente.