

En la década de los años 50, el arquitecto venezolano, Fruto Vivas, (colaborador de Oscar Niemeyer) defendía la propuesta de “un árbol para vivir”, donde la ciudad era considerada como un bosque y los edificios eran sus árboles. El proyecto planteaba que los edificios estaban compuestos por un conjunto de plataformas superpuestas con viviendas y equipamientos, donde predominaban las circulaciones horizontales y no las verticales. Los edificios parecían flotar.
«Todo edificio debe de contar con: abastecimiento de oxígeno, abastecimiento de alimento reciclable y confort climático, frescura y aroma” decía el arquitecto Fruto Vivas. Los edificios se adaptan al clima húmedo y cálido. La estructura cuenta con grandes vanos, y está desarrollada para que exista ventilación cruzada aun cuando sus ventanas estén cerradas. El sol también fue un factor influyente en el diseño, generando retranqueos en la fachada. Todos estos principios se convirtieron en un referente del Passivhaus actual.
“El Interlace”, diseñado por Ole Scheeren, socio de la «Office for Metropolitan Architecture» (OMA) es un buen ejemplo de todos estos principios. Como dice la memoria del proyecto “Se aprovecha al máximo la presencia de la naturaleza mediante la introducción de extensas cubiertas verdes, terrazas y balcones. En el primer piso la circulación se reduce al mínimo, liberando grandes zonas verdes. Incorpora características de sostenibilidad a través del análisis del sol, viento, y las condiciones micro-climáticas del lugar, integrando estrategias de energía pasiva de bajo impacto.”
Desde Reto KÖMMERLING no sabemos si esta es la forma correcta, pero si estamos seguros de apoyar todas las iniciativas cuyos principios son la sostenibilidad, optimización y ahorro energético.