

Recientemente, en el Compromiso de Acción de París, un total de 195 países y la UE adoptaron el Acuerdo de París, con el propósito fundamental de que el Planeta no se caliente más de 2ºC respecto a los niveles preindustriales. Se trata de un compromiso de alcance universal contra el cambio climático que sustituye al Protocolo de Kioto. Asimismo, se hizo mención especial a «proseguir los esfuerzos» para limitar ese incremento en 1,5ºC,
Durante la primera fase del Protocolo de Kioto (que ya parece obsoleto), la Directiva 2010/31/UE relativa a la eficiencia energética de los edificios marcó los objetivos 20/20/20:
Aquí se menciona ya el concepto de Edificio de Consumo Casi Nulo, que textualmente dice ser aquel edificio:
“[…] con un nivel de eficiencia energética muy alto […]. La cantidad casi nula o muy baja de energía requerida debería estar cubierta, en muy amplia medida, por energía procedente de fuentes renovables, incluida energía procedente de fuentes renovables producida in situ o en el entorno”
Esta Directiva obliga a que Los Estados miembro se aseguren de que:
En este contexto, y en línea con la definición del concepto de edificio casi nulo, se plantea el concepto “eco-lógico”, para la consecución de este tipo de edificios, que no es más que enfocar este proceso desde un punto de vista de eficiencia, tanto energética como económica.
Zero, no Casi Zero
El Reto KÖMMERLING pretende ir un poco más allá, queriendo demostrar que es posible construir hoy en día un edificio de energía cero con costes competitivos, usando el concepto “eco-lógico”.
Los pasos que transforman un proyecto convencional de uno de consumo zero son tres:
Este proceso puede verse claramente en este gráfico:
Primero, la reducción de la demanda. “La energía más barata es la que no se consume”. El objetivo es, aplicando medidas pasivas, tratar de conseguir que esta demanda energética se aproxime todo lo posible a cero. Esto puede conseguirse en primer lugar mediante un diseño inteligente del edificio, que sea capaz de aprovechar los recursos naturales (sol, tierra, aire, vegetación) en beneficio propio, teniendo en cuenta los usos que se le va dar al edificio, para posteriormente minimizar las pérdidas energéticas mediante una envolvente apropiada (alta calidad en los cerramientos opacos, y en las ventanas, elementos de protección solar adecuados, hermeticidad del edificio mediante una cuidada ejecución, control de la ventilación…).
En segundo lugar, minimización del consumo. Esto se debe conseguir mediante sistemas de alta eficiencia, así como la utilización de sistemas inteligentes de regulación y control que permitan utilizar los equipos sólo cuando sean necesarios, además de saber anticiparse a las necesidades energéticas del edificio.
Por último, el uso de energías renovables. Ahora que la demanda es muy pequeña, podemos abordar la energía necesaria con una evaluación concienzuda del recurso renovable, e intentándose adaptar, en la medida de lo posible, a la curva de demanda.
Fuente: Centro Nacional de Energías Renovables (CENER)