

Como casi todos los proyectos de Fernando Higueras era una propuesta arriesgada, donde con la repetición de una sencilla solución estructural, conseguía un efecto y resultado final espectacular. Era un proyecto radial, que destaca por el orden y respeto al entorno.
La memoria del proyecto lo describe como “un esqueleto de ballena donde anidan a su gusto los rincones del amor y la alegría. Que haya rincones poéticos al final de caminos tortuosos, que haya sorpresas”. El proyecto está formado por grandes terrazas de hormigón divididas en 7 secciones, para poder albergar los diferentes usos, y se extienden radialmente desde un eje central. Son terrazas voladas repletas de vida y vegetación, y a la vez protegidas de los vientos o bañadas por el sol, que rompen el límite entre el interior y el exterior.
La geometría del proyecto busca conservar una temperatura suave y constante, como una utilización inteligente de la luz, lo que favorecería su sostenibilidad y su ahorro energético.
No era un proyecto que pretendiese utilizar grandes tecnologías, pero si era un proyecto con grandes ideas.