

Hemos comentado varias veces ya cómo creemos que cambiarían las tornas si la ecología, la eficiencia energética y la sostenibilidad no fuesen vistas como una imposición de recortar en comodidades sino como una tendencia de moda. A partir de ahí sería más fácil concienciar a la población para que lo sigan haciendo por las razones correctas. El caso de hoy es un claro ejemplo del tipo de iniciativas que necesitamos para ese cambio que puede catapultar la conciencia al sitio que se merece. Nada menos que en el Soho neoyorkino se encuentra esta discoteca que se enorgullece precisamente de su bajo consumo energético y el uso de materiales y suministros sostenibles.
Greenhouse Club cuenta con seis mil metros cuadrados repartidos en dos plantas y construidos con materiales reciclados. El acabado interior de muros y parte de los techos son jardines verticales, el pavimento de bambú renovable y algunas zonas de la cubierta de vidrio reciclado. Más de cinco mil piezas de este cristal cuelgan simulando paisajes naturales al rotar. El acceso a los aseos se presenta como un túnel revestido de musgo y atestado de plantas tropicales, reforzando la imagen silvestre y a la vez acogedora que se busca.
El mobiliario es 100% reciclado también, en gran parte de vidrio, lo que aporta brillo al ambiente interior contrastando con la vegetación.
La instalación de climatización es de alta eficiencia energética, al igual que los sistemas elegidos para los aseos que minimizan el consumo de agua. Toda la iluminación fue diseñada a base de LEDs, lo que en un establecimiento de este tipo significa un consumo de apenas un 3% del de un sistema convencional.
Esta filosofía se mantiene en toda la gestión del club: los uniformes de los camareros son de algodón orgánico, fabricados por la empresa Edyn (propiedad del cantante de U2 Bono y su mujer); promocionan sus ya famosos cócteles de vodka orgánico y tienen un protocolo de gestión de residuos a la altura.
Aunque cabría pensar que todas estos datos no son más que marketing vacío, deben ser verdad pues la discoteca obtuvo el certificado de edificio verde del Ayuntamiento de Nueva York por su alta eficiencia energética. Esta distinción, además de ciertas ventajas fiscales, es su carta de presentación y ha tenido, según comentan, gran peso en la reputación y afluencia de la clientela del local. No hay mejor publicidad que la gratuita a nivel mundial que han tenido a través de artículos como éste.
Por supuesto, esta iniciativa ha costado a los dueños un tercio más de lo que le habría costado construir un club convencional, pero calculan que si la cosa va bien podrían amortizarlo en 10 años. Este caso concreto no ha acabado bien pues la discoteca cerró esta pasada primavera por incumplimiento de la normativa de aforo máximo y no parece volver a abrir sus puertas. No obstante ha creado un precedente en la ciudad que tiene sus seguidores e imitadores. Fuentes: diarioecología | tuexperto.com | New York Times