

Desde el principio de los tiempos los asentamiento humanos se organizaban basándose en un único factor: la presencia de agua. A día de hoy, Javier García Breva sentencia que «el auge y la decadencia de los pueblos va a depender del uso de los recursos propios de agua y energía».
Un elemento vital para la supervivencia, un 75 % de nuestro cuerpo y un indiscutible recurso de nuestro día a día para garantizar la higiene y salud, la habitabilidad de los espacios, el cultivo de alimentos y la producción de energía.
Se calcula que un 22 % del consumo de agua se destina a refrigerar instalaciones de generación de energía, y un 10 % de energía eléctrica a distribuir el agua en zonas urbanas, agrícolas e industriales. Es por tanto indiscutible que agua y energía van de la mano y son factores mutuos de la ecuación.
En estos primeros pasos reales que damos en la búsqueda de la eficiencia energética, hemos empezado por el paso uno: la envolvente, el caparazón aislante y protector. Hay avances extraordinarios también en la optimización de las instalaciones para reducir el consumo al mínimo. Sin embargo, el agua queda reducida a unos sanitarios de última generación y un depósito en cubierta. No quiero ser exagerada, la obra nueva introduce estrategias de varios tipos y las certificaciones reconocidas como LEED no olvidan este recurso, marcando las pautas para un uso razonable.
El problema se encuentra en rehabilitación. Está claro que el potencial de ahorro energético en la edificación es bestial en muchos ámbitos que pueden dejar al agua en segundo plano. Sin embargo, ¿no estamos ya cansados de ir adoptando las medidas tarde y mal? ¿de estar constantemente desactualizados y con deberes por delante? Esto es en parte lo que nos ha hecho perder la credibilidad: el venir cada vez con una película nueva de lo que «es importantísimo» y «urgentemente necesario». Vamos a, por una vez, ya que nos molestamos en concienciar a profesionales y población, dar todas las indicaciones a la vez y no dejar cabos sueltos en las rehabilitaciones energéticas que sí se hagan.
Tenemos que empezar a entender el agua como la sombra de la energía a que la persigue sin descanso, por lo que cada vez que abrimos un grifo, no es sólo agua lo que consumimos, pues llevar ese agua hasta allí ha costado una energía, y generar esa energía ha costado una parte de agua, y llevar ese agua….y así hasta el infinito.
Por ello, se precisa un gran esfuerzo en el ahorro de agua en la vivienda, complementado con unas instalaciones eficientes y bien diseñadas. Eso sólo está en nuestras manos.
Fuente de datos: iagua – Binomio Agua-Energía: Pilar esencial para el desarrollo sostenible